Manuel tenía pocos días de haber llegado a Costa Rica. Teníamos planes para ir ese fin de semana a ver el volcán Arenal, en permanente actividad, y sobretodo a las aguas termales Baldi, que había visitado apenas un mes antes con cierta amiga que desde DF había ido a visitarme a San José. El autobús que nos llevaría hasta allí salía a las 6 am, pero era un viaje de varias horas y para alcanzar un lugar sentados teníamos que llegar al menos media hora antes.
Así que la noche del viernes dudamos mucho en salir de rumba con mis compañeros de trabajo. Acabábamos de hacer el amor y dieron las diez de la noche, sin habernos bañado para salir. Al final nos convenció el hecho de que sería la despedida de Esmeralda, amiga oriunda de San José pero no de Costa Rica, sino de California, y de Nazi.
Nazi (Nazareno) es un argentino, de Córdova, con quien tuve el privilegio de trabajar. Es una persona sumamente brillante, capaz y preparada, por no decir guapísimo y encantador. Le decíamos Nazi a partir de que con toda alevosía quemó con su cigarrilo las alas que Cachay, mi amiga chilena había elaborado durante toda una tarde, para una de las frecuentes pero muy improvisadas fiestas de disfraces.
Así que Manu y yo decidimos ir de antro con ellos. Tomamos un taxi, siempre barato y llegamos al distrito de clubes decentes, lejos de los clubs de perdición gay que después terminamos por frecuentar, donde estaban ubicados "Puchos" e "Hispalis".
Ahí estaban todos: el hermoso Gabriel, de Brasil, Nazi, Santiago el colombiano, Irene la chica italiana, Elvis-cocho también de por allá, Marcela desde Uruguay... en realidad fue la primera vez que la totalidad del equipo de trabajo salimos de rumba.
Esa noche la pasamos muy bien. Era el cumpleaños de Jackie, una amiga mexicana, radicada en Chihuahua, con un extraordinario parecido a la ahora afortunadísima Katie Holmes. Un par de rondas corrieron por nuestra cuenta y después nos enteramos de que la mayoría de los chicos despertaron hasta el domingo. Nosotros salimos cerca de las cinco, sólo a recoger nuestras cosas para emprender el viaje hacia el volcán...
Uno de los recuerdos más bonitos que tengo es el de Nazi despidiéndose de Manuel. Le dijo que me cuidara mucho, y que en mí se llevaba a un número 1.
Cuando conocía Nazareno tenía una actitud más bien cerrada respecto a la cercanía con gente gay pero cuando nos despedimos, él me entregó una tarjeta en la que me decía que conocerme le ayudó mucho a cambiar la concepción que tenía respecto a los gays, y que fue un placer para él conocerme. Yo le dije que lo admiraba muchísimo y nos despedimos con lágrimas. Él me dijo que lo hice llorar como perra, jajaja. Ahora él está en Argentina y escribe que le va muy bien.
Manu y yo tenemos maravillosos recuerdos de esa noche, de esos días en el volcán y de todas las aventuras que empezaron ese fin de semana en Costa Rica.